Cuando pedimos un vino, especialmente si somos principiantes en este mundo, tenemos varias opciones a la hora de comprar un producto u otro. La primera es pedir un vino que conozcamos por nuestros allegados y familiares. Pero debemos hacernos una pregunta: ¿realmente es de nuestro agrado o simplemente lo aceptamos porque le gusta a nuestro círculo más cercano?
Otra alternativa es seleccionar la bebida por su nombre, bodega o porque la etiqueta de la botella es atractiva, está de moda y todo el mundo lo consume. Una vez más, tenemos que pararnos y pensar si fiarnos de las apariencias o fijarnos en el contenido y no en el envase. Seguramente, si hiciésemos una cata a ciegas sin conocer su exterior, nos llevaríamos más de una sorpresa desagradable.
Una tercera vía sería seguir las puntuaciones del vino otorgadas en las diferentes aplicaciones que existen en el mercado y consumir el que mejor nota haya obtenido.
No obstante, la mejor de todas ellas y la más sensata es dejarnos aconsejar por una persona experta en el sector. Un profesional nos puede ayudar a encontrar el producto más adecuado según nuestros gustos y necesidades: blanco, espumoso, tinto crianza, afrutado o con mayor presencia de barrica… Además, se nos aconsejará según el alimento al que acompañe o el momento de su consumo. Incluso, según lo que estemos dispuestos a pagar.
A este respecto, nunca debemos avergonzarnos de preguntar el precio de un vino. Dentro de nuestro presupuesto, siempre es posible encontrar un producto con una excelente relación calidad precio. ¡Por cierto! Si estás cenando o almorzando en un restaurante, nunca te olvides de pedir que te preparen la botella para llevar contigo si no has consumido la bebida entera.
Por último y el mejor consejo posible: déjate aconsejar por aquellos que más saben y bebe el vino con cariño, así siempre lo disfrutarás sin miedo a equivocarte. ¡Salud!
