La cápsula de las botellas de vino

La cápsula es la parte del vino más desconocida en cuanto a su origen, a su historia y a su utilidad.

Los primeros datos que se encuentran se sitúan en la Edad Media, cuando algún noble decide hacer un sistema de control de los vinos de sus bodegas particulares.
En aquella época era habitual que el número de botellas disminuyera, debido a las evaporaciones o, en algunos casos, incluso se habían sustituido por otros vinos menos apreciados.

Pero el origen de la cápsula tal y como la entendemos hoy en día se encuentra en Hungría, en el siglo XVIII, cuando un noble crea la primera cápsula de plomo con la función de proteger el tapón de humedades, de exceso de luz, de insectos y, como no, siendo su función principal la de servir de garantía para asegurar que la botella no fuera manipulada.

Hoy en día, aparte de ser un precinto de garantía, también nos sirve para reconocer a los elaboradores, ya que en la parte superior de la cápsula aparece el nombre o logo con la finalidad de poder identificarlos rápidamente.

Los principales materiales de fabricación son el estaño (sustituyendo al plomo debido a su toxicidad), el aluminio y los plásticos.
Las cápsulas de estaño son consideradas las mejores y únicamente se utilizan para hacer cápsulas de grandes vinos. Pueden llegar a tener un coste cercano a un euro.
Utilizando el aluminio los costes se reducen hasta un 60%. Y la otra variante, el plástico, es utilizado para la fabricación de cápsulas destinadas a vinos de gama baja.

Hay que decir que la cápsula viste al vino, y ésta se debe cortar por debajo del anillo que sobresale y que separa la parte más estrecha del cuello de la botella, o bien eliminarla por completo -aunque esto queda poco estético-, ya que de esta manera se evita arrastrar posibles partículas que queden adheridas y que vayan a parar al vino a la hora de servirlo.