Cuando abrimos una botella de un vino del Priorat nos rodea una magia diferente. Cuando servimos, olemos y probamos este vino podemos sentir toda la magia entrando y traspasando todo nuestro cuerpo.

¿Pero, de donde proviene esta magia?
El Priorat contiene en su paisaje y en sus viñedos un misterio que hace que el resultado sea un vino diferente, como todos aquellos vinos de las grandes zonas vitivinícolas mundiales.

Todo comenzó en 1194, cuando los monjes Cartujos procedentes de la Provenza se instalaron y fundaron la Cartuja de Escaladei, justo en el lugar en el que decían que había un árbol del que salía una escalera que iba al cielo.
Ellos eran expertos viticultores y fueron quienes pusieron las bases de una viticultura única en un paisaje único. Durante mucho tiempo, la viticultura fue la base económica de la comarca.

Después de la filoxera que arrasó Europa a principios del siglo XX el Priorat quedó despoblado… La gente abandonaba una zona cada vez más pobre. Dejaban de dedicarse al campo para ir a trabajar a las fábricas de las ciudades.
Quedaron muy pocas bodegas y alguna cooperativa. Seguramente, las horas más bajas del Priorat.

Pero después de muchos esfuerzos, en 1974, la bodega Scala Dei es la primera bodega en embotellar un Priorato en Origen. Desafiante, con todo lo que tenía alrededor. La otra bodega mítica y que también embotella en origen es Masía Barril, ahora mismo con el nombre de Mas d’En Gil.
Dos estilos diferentes de hacer vino. El primero, añadiendo la rapa a la hora de la fermentación. El segundo, vinificando, sin utilizar la madera para hacer crianzas. ¿Quizás eran unos visionarios?

Años más tarde llegan al Priorat un grupo de jóvenes viticultores, empujados por René Barbier, que ya conocía la comarca y creía en su gran potencial.
De estos destacan cinco: René Barbier, Álvaro Palacios, Daphne Glorian, Josep Lluís Pérez i Carles Pastrana, que lanzan al mercado en 1989 un vino llamado CLOS, firmado con el nombre de cada uno.
Después, como todo el mundo sabe, el vino L’Ermita destaca en una subasta y a partir de ahí se relanza el Priorat.

A veces todo el mundo habla de que el precio es demasiado elevado pero, una vez has visto las laderas donde está plantada la viña, las producciones mínimas de las cepas y el clima que lo acompaña, entiendes que no se puede hablar únicamente de precio en el Priorat.

Es una tierra que engancha, como un imán. Se debe tener un carácter especial para trabajar y vivir en el Priorat, pero la comarca te lo devuelve todo con creces.
Y después, se abre una botella, la catas, y la magia te atrapa.


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